martes, 30 de abril de 2013

Como en una película... al otro lado del parque.


Desde aquel banco en el parque todo parece diferente. A lo lejos, una pareja de ancianos pasea cogidos de la mano como si aquella vez fuese la primera vez que tuvieran una cita. No puedo dejar de sentir cierta envidia por ellos y, rápidamente, comienzo a imaginarme cómo será su vida: viven  en una casita en mitad del campo. Él se dedica a cuidar de su esposa y se encarga del pequeño huerto que tienen en la parte trasera de la parcela. Ella se levanta muy temprano, hace la comida y cuida de las flores que rodean con encanto aquella casita que comparten.
Han de tener, por lo menos 15 nietos, a los que miman y consienten a partes iguales. Las Navidades en esa casa son una locura, aunque a ellos les encanta compartir momentos con todos los suyos.

De repente, me sorprendo pensando que, hoy en día, es una suerte que sigan quedando parejas así. Que después de tanto tiempo se sigan mirando de esa forma tan dulce  es, sin duda, algo excepcional.

Cerca de mí, puedo escuchar la risa de un niño mientras su padre le  hace cosquillas. El mayor milagro que tiene la vida, es la capacidad que nos da de poder crearla. Y no me refiero sólo a la de aquel niño, que me llama la atención por esos ojos tan abiertos que tiene, dando la sensación de que no quiere perderse ni un minuto lo que está sucediendo a su alrededor, sino por todo lo que somos capaces de crear. Su padre le mira con amor, como si aquello fuese el mayor regalo que podría haber recibido. Y pienso que es extraño que hoy en día, sea un padre y no una madre, la que comparta ese momento con aquella personita de ojos absortos.

Mientras contemplo aquella estampa, una chica juega a tirarle una pelotita a su perro. Es un West Highland realmente bonito. Me encantan esos perros, con sus orejitas tan pequeñas, ese rabito tan gracioso y unos ojos ocultos tras un leve flequillo. Cada vez que le lleva la pelota a su dueña, suelta ligeros ladridos pidiendo que vuelva a lanzarla otra vez y hace un sprint hasta que vuelve a atraparla con sus dientecillos.

Y yo…yo sólo consigo ver las cosas como si sucedieran a través de una película. Como si sólo fuese una mera espectadora. Y no dejo de darme cuenta de que, mientras estoy sentada en aquel banco, alguien construye para mí una escena desde su lado del parque.


domingo, 28 de abril de 2013

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Últimamente navego entre las olas de un mar que desconozco, que ya no soy capaz de hacer mío ni aunque fije la vista en un punto y pretenda no quitarla nunca de allí. Ese punto se mueve, yo me desoriento, me confundo, me encuentro abatida si lo pierdo, cansada, no siento nada, el punto se ha ido.


Me muevo entre las olas sin saber si es el viento o la fuerza del agua lo que me arrastra, simplemente me dejo mover por ellas, una tras otra, notando su vaivén pero sin ni siquiera inmutarme cuando viene una más fuerte que las demás y me sumerge debajo de ella. Y yo trago mucha agua, me asfixio, noto que me falta el aire, cierro los ojos, aunque si los tuviera abiertos tampoco podría ver nada más que oscuridad. 


No siento frío, ni calor, ni vacío, ni ganas de gritar, ni el impulso de correr, ni miedo, ni amor, ni tristeza, ni alegría, ni desesperanza, ni impaciencia, tampoco nostalgia, ni deseo.

No siento nada.



                                                 - María


jueves, 25 de abril de 2013

Hola corazón,


Hola corazón,

Sé a lo que has venido, y también lo que me vas a decir. Pero mira, no te molestes.

Ya te conozco, conozco tus artimañas, tu forma de cegarme y hacer que todo se ensordezca a mi alrededor con el único propósito que sea a ti al único que escuche. Pero, ¿sabes qué? Que esta vez no.

Que esta vez no importa lo alto que grites dentro de mis oídos, o lo rápido que hagas que se me suba el pulso a la garganta y se me seque la boca con tan sólo un susurro. Esta vez no importa que me ates de pies y manos; ni que me pongas una venda en los ojos y una mordaza en la boca. No importa que paralices mi cuerpo. No importa que bombees tan rápido la sangre que casi hagas que se me corte la respiración.

Puedes darte media vuelta, corazón.

Esta vez no.

Esta vez soy yo la que manda.

Y te lo digo aquí. Desde el precipicio del que voy a saltar.

                                                                            - Fdo: La razón.  


martes, 23 de abril de 2013

Que no tengan corazón


Había una vez una princesa que vivía en un palacio muy grande. El día en que cumplía trece años hubo una gran fiesta, con trapecistas, magos, payasos... Pero la princesa se aburría. Entonces, apareció un enano, un enano muy feo que daba brincos y hacía piruetas en el aire. El enano fue todo un acontecimiento.

"Bravo, Bravo", decía la princesa aplaudiendo y sin dejar de reír. Y el enano, contagiado de su alegría, saltaba y saltaba, hasta que cayó al suelo rendido. "Sigue saltando, por favor" dijo la princesa. Pero el enano ya no podía más. La princesa se puso triste y se retiró a sus aposentos...

Al rato, el enano, orgulloso de haber agradado a la princesa, decidió ir a buscarla, convencido de que ella se iría a vivir con él al bosque. "Ella no es feliz aquí" pensaba el enano. "Yo la cuidaré y la haré reír siempre". El enano recorrió el palacio, buscando la habitación de la princesa, pero al llegar a uno de los salones vio algo horrible. Ante él había un monstruo que lo miraba con ojos torcidos y sanguinolentos, con unas manos peludas y unos pies enormes. El enano quiso morirse cuando se dio cuenta de que aquel monstruo era él mismo, reflejado en un espejo. En ese momento entró la princesa con su séquito.

"Ah estas aquí ¡Qué bien! Baila otra vez para mí, por favor". Pero el enano estaba tirado en el suelo y no se movía. El médico de la corte se acercó a él y le tomó el pulso. "Ya no bailará más para vos, princesa" le dijo. "¿Por qué?" preguntó la princesa. "Porque se le ha roto el corazón". Y la princesa contestó: "De ahora en adelante, que todos los que vengan a palacio no tengan corazón".




lunes, 22 de abril de 2013

Adrenalina sobre dos ruedas

¿Sabéis ese momento cuando tenías olvidada una sensación y, de repente, pasa algo que te obliga a recordar  que es una de las mejores del mundo?

Así me sentí yo ayer en cuanto me subí encima de ella. 

Al principio era más el miedo y la emoción lo que recorría cada fibra de mi cuerpo. Era el miedo y la emoción lo que hacía que me agarrara a su chaqueta lo más fuerte que podía para no molestarse con mis brazos.

Y, de repente, pasa. Te sueltas.  Sientes cómo con la velocidad la adrenalina te va creciendo desde el fondo del estómago y se va expandiendo poco a poco, llegando hasta los brazos, extendiéndose hasta las puntas de tus dedos; trepando por tu garganta y conquistando tu sonrisa. Tu corazón bombea con tanta fuerza que por un momento crees que te va a cortar el aliento. Su latido parece un tambor dentro de tu pecho. 
Y notas cómo el viento corta tu cuerpo, y que hace frío, pero da igual. Da igual porque lo único que te importa es esa sensación: sentirse bien, sentirse libre, sentirse viva.

Querer más; más rápido, más intenso, más velocidad, más, más, más. Siempre más. 

Flotar.

Volar y no querer aterrizar. No querer volver a poner los pies en el suelo.


Cuando bajas de ella, el mundo se detiene. Ya nada parece tan real. Pasan las horas y todavía sigues notando cómo te palpita la adrenalina en la garganta y hace que el corazón se te acelere.

Y, ahora, lo único que queda es esperar a la próxima vez. Y que sea pronto.




domingo, 21 de abril de 2013

Así soy yo, y así os lo he contado.


Me encantan las películas de dibujos animados, son las únicas que consiguen evadirme de la realidad cuando tengo algún problema. Mis chicles favoritos son los de menta. No soporto tener los pies fríos, pero no puedo dormir con calcetines. Tampoco con la parte de abajo del pijama, sea verano o invierno. 

Una cualidad mía que es a la vez virtud y defecto es la sinceridad; a lo largo de mis 24 años me ha causado problemas. Dos defectos: mi orgullo y mi cabezonería. Dos virtudes: el optimismo y el saber escuchar. No creo en nadie salvo en mí misma, y a veces, me cuesta.

 No puedo tener un color favorito, me gustan todos menos el marrón. Una de mis pasiones es la lectura, si el libro me engancha puedo estar horas y horas enfrascada en sus líneas. Mi comida favorita es la pasta (cualquier tipo) y los huevos fritos con patatas. Mi helado favorito es el de stracciatella, aunque no le hago ascos a ninguno…me encantan.
Tengo una pasión oculta (o no tan oculta…) a los complementos: bolsos, pañuelos, pendientes, colgantes, relojes, etc.

Siempre he sido un poco patosa, de pequeña iba siempre llena de heridas de guerra. Me gusta la naturaleza, pero prefiero la playa a la montaña. Otra de mis pasiones es dormir. En verano lo que más me gusta a hacer es tumbarme a tomar el sol, soy más de secano que de estar metida en la piscina o la playa.  Me gusta acostarme a las tantas, siempre he dicho que soy más de noche que de día.

Tengo mucho carácter, que mezclado con una chispa de impulsividad dan lugar en ocasiones a situaciones desagradables.

 El día de mañana me gustaría casarme y tener niños…¿cuántos?; por lo menos 2 o 3, para no aburrirme. Me gusta tomarme la vida con sentido del humor, que a veces la gente no entiende. Me considero muy amiga de mis amigos, y no les fallo así como así.  Si alguien me decepciona, es difícil que pueda volver a ganarse mi confianza. Soy algo celosa cuando alguien me gusta de verdad.

 Me gustaría poder viajar a un montón de sitios distintos, cada uno tiene su encanto. Me gusta tanto salir de fiesta como disfrutar de una noche a solas tirada en la cama viendo una película. Pienso que en esta vida, cuando se presentar oportunidades no hay que dudar en aprovecharlas. 

Dicen de mí que tengo una mirada interesante, y a mí me gustan  mis ojos

Si tengo que decirle algo a alguien, no me gusta andarme con rodeos: las cosas mientras más claras, mejor. No me cuesta dejarme conocer, pero si veo algo en la otra persona que no me gusta, me cierro en banda antes de que sea tarde. 

Soy adicta a las nuevas tecnologías y a las redes sociales.

 A veces mi estado de ánimo es como una montaña rusa.

Pero así soy yo, y así os lo he contado.