Méceme
lento, como si fueras mar en calma.
Y, de
repente, enfurécete.
Sacúdeme
con tu cuerpo, igual que las olas
rompen en
las rocas de los acantilados.
Húndete en
mí,
como si yo
fuera un campo de barro
y tu cuerpo
pasara a formar parte del mío.
Tócame,
como si tuvieras frío
y mi piel
fuesen mil lenguas de fuego
capaz de
calentarte con sólo una mirada.
Susúrrame
al oído, haz que el aire de tu aliento
erice el
vello de mi nuca.
Haz que, de
una vez por todas, tú y yo seamos
agua,
tierra, fuero y aire
dentro de
la misma cama.
- María C.
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