jueves, 10 de octubre de 2013

La hora

Es la hora del café que nunca nos bebimos,
que se nos enfrío en las manos
aquella tarde de Noviembre
en la que tus miedos y los míos luchaban
por calentarse a ritmo de respiraciones acompasadas.


Quizá es la hora de mirar al reloj de reojo,
para que así parezca que las manecillas
se lo tienen que pensar dos veces
antes de dar otro paso en falso en el tiempo;
ese que nunca corre de nuestro lado.


Que me da igual que ya nunca me cojas de la mano
si cuando me miras parece que me atas a ti
igual que un niño aprendiendo a anudarse los zapatos.


La verdad, es que me da igual la hora que sea
porque desde que te conocí
siempre me parece que las agujas te señalan a ti.



Y qué putada. La vida. Sin ti. 



                                                                        M. 

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