sábado, 8 de junio de 2013

Crónica de un odio.

Oscuridad.

Silencio.

Abres los ojos y no puedes ver nada. No es que estés ciega, no, es que te has vuelto a despertar en mitad de la noche por culpa de otra pesadilla; quizá deberías consultar a alguien el hecho de que te despiertes noche sí y noche también con el corazón a punto de salir por la boca –piensas.

Vuelves a cerrar los ojos sintiendo cómo te late el corazón en la garganta, en la frente, en los párpados, en los oídos. PUM. PUM. PUM. PUM. Otro latido más. No sabes el tiempo que llevas así, esperando que el pulso vuelva a su estado natural, pero sientes que no puedes ni moverte hasta que no deje de retumbar en toda la habitación.

PUM.

PUM.

PUM.

PUM.

Aprietas los ojos. Agarras las sábanas. Hundes la cabeza en la almohada (todavía más). Intentas dejar la mente en blanco.  Imposible, claro.

Tus oídos empiezan a zumbar. Es la señal. Lo sabes. Sabes qué va a pasar ahora. “ No, no, no. No, por favor”. Pero ya es tarde.

Y abres los ojos. Y empiezas a llorar.


Y le odias.


                                                                            Maria C. 

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