Sácame a bailar, cariño,
pero no de la mano, sino de los miedos.
Y ten mucho cuidado,
que tengo los pies llenos de heridas
de todas las veces que me he tropezado contigo.
Sin querer. O no.
Porque quién no va a querer tropezarse
en esa sonrisa que invita a la muerte
(en vida).
Por no tenerla, digo.
Sácame a bailar y písame,
que quién sabe,
a lo mejor así se les olvida a mis pies
las heridas que tengo en el corazón.
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